Ya casi está aquí el fin de año, ese instante para reflexionar sobre lo vivido y lo que está por llegar.

Un año más de vida, repleto de experiencias, logros y errores, donde algunas aspiraciones y sueños se han materializado, mientras que otros no.

El primer calendario conocido en la historia humana surgió en la antigua Mesopotamia hacia el año 3000 a.C.

Basado en las fases de la Luna, este calendario fue esencial para coordinar actividades agrícolas, religiosas y sociales.

Con el tiempo, distintos calendarios se crearon alrededor del mundo, cada uno persiguiendo una mayor exactitud en el seguimiento del movimiento solar, pero manteniendo el mismo objetivo: coordinar y estructurar.

Centrarse en el Sol en lugar de la Luna permitía alinearse con los ciclos naturales: los días y noches, las estaciones, las cosechas y las migraciones animales.

Un calendario facilita la planificación y la coordinación de actividades propias como conjuntas: «Nos vemos el 2 de mayo», a comprender hechos históricos: «Aquello ocurrió en el año de la pandemia», y aporta claridad sobre el transcurso del tiempo: «He cumplido un año más» o «me queda uno menos».

Desafortunadamente, en muchos aspectos, hemos perdido la conexión con este ciclo solar: ignoramos el ritmo circadiano, consumimos alimentos sin considerar su estacionalidad y hemos desorientado a los animales con el cambio climático y la actividad humana.

Dentro de la organización y seguimiento de un calendario, el fin de año se ha convertido tradicionalmente en un momento para evaluar el año que termina.

¿Cuáles fueron sus momentos claves?

¿Qué agradeces del año?

¿Qué deseas recordar?

El año nuevo, que comienza un segundo después del fin de año, ofrece una oportunidad para reflexionar sobre nuestras aspiraciones futuras.

¿Qué nos importa?

¿Qué nos da propósito?

Y, ¿qué queremos cambiar?

Como si en ese instante pudiéramos limpiar el pizarrón y, como reza el dicho, hacer «borrón y cuenta nueva».

En este mes dedicado a la espiritualidad, he tenido tiempo para reflexionar y estas reflexiones me han dado material que les comparto, basada en mis formaciones de yoga oncológico y trauma en las cuales se observa nuestra conexión con todo, como lo hace el Ayurveda.

La lección principal que extraje se resume en la idea de «conexión plena».

Más allá de la atención plena, la espiritualidad nos llama a conectar con intención, atención y plenitud, estando en sintonía con los demás, con algo superior, con un propósito, con nuestro espíritu.

Sin embargo, me preocupa el enfoque que damos al calendario.

Al reflexionar en estas fechas sobre el año pasado y el futuro, ¿dónde queda el momento presente?

Perdemos la fluidez de vivir el ahora, fragmentando nuestras experiencias en tres fases: «¿Cómo ha ido este año?», «Feliz año nuevo», y finalmente, «¿Qué me propongo para este año?»

Este vivir discontinuo, anclado en el pasado o en el futuro, nos priva de celebrar el presente.

Esto no solo sucede en fin de año, sino a diario, con cada proyecto, con cada cambio de estación.

Sagmentamos la vida en etapas que comienzan y terminan, perdiendo la continuidad y espontaneidad que brinda el vivir plenamente el momento presente tal cual es.

La flor y el árbol nunca cesan en su ritmo vital, su propósito.

El Sol mantiene su trayectoria sin detenerse a contemplar el camino recorrido.

El niño no decide caminar al año siguiente, sino que prosigue a su ritmo, sentándose, levantándose, caminando o corriendo.

Nuestro cuerpo nunca deja de crecer o envejecer, momento a momento, segundo a segundo.

Ninguno de ellos se detiene a reflexionar o planificar, a pensar que ha pasado otro año; simplemente viven el presente, conectados con los elementos y seres que los rodean, viviendo y avanzando.

Conexión plena es estar en cada momento con el corazón, la mente y el espíritu, viviendo cada cambio, cada interacción, cada alegría, cada silencio, cada dolor – propio y ajeno.

Es reconocer que somos parte de un universo en movimiento al cual pertenecemos, y que cada ser a nuestro alrededor también forma parte de él.

En estas fechas, te deseo momentos llenos de conexión plena – con la naturaleza, con los demás, contigo mismo, con lo trascendental.

Feliz Momento, Feliz conexión, Feliz Año.

«La espiritualidad es unión con todos. Comunión con algo que está más allá de nuestro sentido
egoico de la experiencia.»

– Mario Salvador